El campamento volvió a despertarse temprano, como de costumbre, pero esta vez el día iba a ser muy diferente, hoy iba a ser un día para recordar. El día nos estaba esperando con una nueva sorpresa.
Los mayores se preparaban para una gran expedición, cuyo destino era un pequeño y encantador pueblo llamado Truchas. Como en las historias más épicas, nuestros intrépidos aventureros partieron a pie entre estrechos senderos, rodeados entre árboles y montañas y un aire limpio que olía a aventura. Según iba avanzando el día, el calor iba haciendo de las suyas, haciendo que nuestros valientes tuviesen que dar lo máximo de sí mismos para poder llegar a nuestro destino.
Cuando al fin llegaron a Truchas, nuestros aventureros descubrieron una gran recompensa, iríamos directos a unas pozas cristalinas escondidas al pie de la montaña. Allí, entre juegos, risas y gritos de alegría, el cansancio pareció olvidarse por un rato. El agua estaba fría, pero tras la calurosa y exigente marcha, ni siquiera sentimos el frío (bueno los más valientes a otros les costó algo más…)
Tras la comida, el baño y el merecido descanso, tocó emprender el camino de regreso a Corporales. Antes de emprender el camino de vuelta, tuvimos un momento de estar con el Señor y pudimos celebrar misa en Truchas, con la misa terminada pusimos rumbo a Corporales de nuevo. Esta vez, los pasos eran más lentos, los ánimos no estaban tan altos, los hombros estaban un poco más caídos… pero el corazón, mucho más lleno. Llegaron cansados, sí, pero también satisfechos, como quien regresa de una gran hazaña con historias nuevas en el bolsillo.
Mientras tanto, los más pequeños vivían su propia aventura. Como duendecillos curiosos, recorrieron el pintoresco pueblo de Corporales. Llegaron hasta la ermita de la Virgen de las Rivas, allí jugaron y repasaron los nombres de todos los compañeros campistas. No necesitaban ir lejos para asombrarse, celebraron una preciosa y cercana misa con la naturaleza de fondo. Después de la aventura, volvieron al campamento, más cansados de lo que esperaban, pero la tarde fue tranquila de tiempo libre y de película. Aunque echaron de menos a sus mayores, disfrutaron de la oportunidad de andar a sus anchas por el campamento.
Fue un día de esfuerzo, de naturaleza, de comunidad y de juego. Donde gracias a las diferentes aventuras, nuestros acampados han podido hablar y profundizar con sus compañeros, estamos seguros de que esto les ha ayudado a crear nuevas amistades o a reforzar vínculos. También, en este día han aprendido a cuidarse, a ayudarse y a descubrir que lo más bonito y lo mejor no siempre se consigue caminando solo, sino que para lograrlo hay que caminar juntos y agradecer al Señor por otro día más lleno de aventuras.
Y así terminó el 8 de julio, con el sol escondiéndose tras las montañas, los niños cansados pero felices, y el campamento arropado por el silencio de la noche. Porque todo buen cuento, como este, necesita su merecido descanso… para que mañana, al despertar, pueda empezar otro.
Un abrazo grande a todos y esperamos que vuestra semana esté yendo bien.



























Una respuesta a “Día 8: Camino de pan, destino de dulces”
Gracias por acercarnos a ese día de contacto con la naturaleza, contacto con sus amigos,y contacto con Dios…. seguro que aunque algo cansados lo han disfrutado de manera especial.
Por aqui nos tenéis afinando el ojo para intentar ver a nuestros peques entre alguna foto y disfrutando con vuestras aventuras….